¿No estamos preparados para salir y mostrarnos al mundo tal y cómo somos? ¿Realmente nos sentimos satisfechos cuando no nos comportamos fieles a nuestra persona? ¿Nos es fácil actuar de acuerdo a alguien que no somos? ¿Nos sentimos cómodos cuando asumimos un falso papel que nos puede ayudar a alcanzar ciertos objetivos?
Para responder a estas preguntas debemos observar las conductas que llevamos a cabo en nuestra actividad diaria, desde que amanece y nos despertamos hasta que anochece y de nuevo, nos vamos a dormir.
Carla, transcurridos tres meses, fue consciente, por un compañero, que se hizo una cena de su equipo de trabajo en la casa de uno de sus compañeros. El grupo, ocultó la organización de la cena para así evitar que ella viniese, pues algunos de ellos no la querían allí. Algunos miembros del grupo manifestaron su desacuerdo con lo hechos, pero también hubo quien quiso justificarlo, diciendo que no se hizo nada de un modo inadecuado. Tres meses después llegaron las justificaciones y aquellos que manifestaron su desacuerdo en ocultarlo así se lo explicaron a Carla. ¿ Si estaban en desacuerdo, porque decidieron ocultarlo?, ¿Qué les movió a actuar en contra de lo que ellos pensaban que era lo correcto?¿ Actuar en contra de sus pensamientos les provocaba una serie de beneficios? ¿Conseguirían más reconocimiento en el grupo?.
De manera muy acertada, John Powell, en su libro Why I am afraid that tell who I am, ejemplifica nuestra incoherencia con “el hombre de la prisión”. El prisionero no tiene las rejas cerradas, pero le da miedo salir por no saber con qué y quién se encontrará. Esto se puede comparar con aquellos momentos en los que debemos tomar decisiones y que nos da miedo cuál tomar por sus consecuencias agradables o desagradables. Dentro del muro de la prisión se crea una especie de seguridad y protección, que desaparecen en cuanto salimos fuera de él. Pero sobre todo, no estamos seguros de cómo nos recibirán las personas del mundo que vemos desde los barrotes abiertos de nuestra celda. Dicho de otro modo, sentimos una especie de desgarro emocional entre la necesidad de salir hacia fuera y el miedo a hacerlo, por no saber que sucederá si decidimos mostrarnos tal y como somos.
Tiende a ser una conducta habitual en nuestra sociedad, el evitar mostrar nuestro verdadero yo. Parece ser que si lo mostramos caminaremos cerca de un precipicio por el que podemos caer, pero del que podremos alejarnos si sabemos cómo. En cambio, vivir enmascarado en una vida falsa, nos augura, ciertamente, el caer. Pues con el tiempo, puede suceder que las pautas engañosas se conviertan en nuestra conducta habitual y acabemos perdiendo todo sentido de identidad e integridad.
Stephen Covey, en Las 12 palancas del éxito al igual que Powell, afirman que conocerse a uno mismo y actuar en coherencia aporta una gran riqueza a nuestras vidas y a nuestras relaciones sociales, pero Covey le llama tener grandeza primordial. La necesidad de las relaciones sociales para las personas sustenta una de las leyes de la vida humana, la que “debemos usar las cosas y amar a las personas”. Esta ley es quebrantada por una elevada cantidad de personas que se mueven exclusivamente al nivel sujeto-objeto y que no tardará en descubrir que “ama las cosas y usa las personas”.
Eline, una joven que empezaba su carrera profesional contratada por el Ayuntamiento de su ciudad cómo técnica de actividades dirigidas, se topó con su coordinador, Tom. Tom sólo sonreía y se mostraba afable con los compañeros que se encontraban en un nivel superior. En cambio, con sus empleados se mostraba seco, maleducado y apático. En finalizar su contrato ese mismo año y pasados unos años después se volvió a encontrar con Tom. Tom era el camarero que le estaba sirviendo los platos en el restaurante que Eline celebraba la boda de un familiar. ¿Qué pasó con Tom?. La verdad no lo sabemos, Eline jamás le preguntó.
Perder la identidad y la integridad puede significar firmar la sentencia de muerte para la felicidad y la realización humana. Sentenciados al fracaso por el uso indebido de las máscaras, debemos saber que la grandeza secundaria, (nuestra posición social, la popularidad de la que gozamos, el reconocimiento social, …) suele seguir a la grandeza primordial. Lo que somos en realidad: la personalidad, la integridad, las motivaciones y los deseos más profundos, es nuestra principal materia prima y lo que nos hace realmente exclusivos. Cuando hablamos de exclusividad y de hacernos exclusivos, nos referimos al proceso de hacerse persona, e implica saber lo que yo pienso, juzgo, siento, valoro, respeto, estimo, amo, odio, temo, deseo, espero, en lo que creo y con lo que me comprometo. Todos estos pensamientos, juicios, sentimientos, temores, deseos,… están en un constante proceso de cambio y forman parte del proceso de hacerse persona. Actuar en dirección contraria a lo que piensas, juzgas, valoras, respetas, temes,… para alcanzar reconocimiento, fama, amistades interesadas, poder, prestigios social, no te va a dar resultado eternamente. Buscar grandeza secundaria sin grandeza primordial, no funciona.
No sigas invirtiendo tiempo y esfuerzo en seguir trabajando aquél personaje que realmente no eres. No camufles tu verdadero yo y trabájalo. Conócete a ti mismo y actúa con él y no contra él, pues cómo dijo Maquiavelo “Pocos ven lo que somos pero todos ven lo que aparentamos”.