¿Desconoces si fue a. de C. o d. de C.?, o si quizá ¿fueron los romanos, los griegos o los visigodos?, o ¿algún justiciero durante la Edad Media el que tuvo tal genialidad?  Independientemente de la respuesta, cierto es que los exámenes o, documentos escritos que evalúan nuestros conocimientos y habilidades en un momento y un lugar determinados, pudieron ser diseñados por algun misántropo, alguien que, como canta la letra de RupaTrupa, odiaba al ser humano. Alguien que quería fastidiarle la vida al homo sapiens sapiens, o al menos parte de ella, pero todo apunta a que la culpa de tal invento le corresponde al Imperio Chino. De hecho, queda demostrado que fue creado para tal fin, el de fastidiar, pues parece ser que durante el transcurso del complejo ejercicio, algunos aspirantes, debido al titánico esfuerzo, llegaban a perecer. Al parecer, al resto de la humanidad le llegó la información de las multitudes ventajas que poseía la ejecución de los exámenes o la ejecución a través de los exámenes (claro está que es mucha más limpia que la horca o la guillotina) y, como borregos fueron detrás, deseosos de poseer también en su cultura, su mierda pinchada en el palo.

Sin llegar a la muerte, en cierto punto de la segunda fase del ciclo vital, nace, crece, se reproduce y muere, cierto es que el ser humano empieza a manifestar una serie de reacciones fisiológicas que se alejan de ser placenteras, ante la situación de responder a las preguntas de un examen. Dicha afirmación, aunque viene sustentada por la observación desde que me dedico a la enseñanza en la formación profesional, podría ser corroborada por millones y millones de terrícolas más, pero la interesantísima conversación con una alumna preocupada por su hija, hizo que me detuviera a parar para reflexionar más sobre el tema.

Con el fin de no extenderme en algo que, entre la comunidad educativa está sujeto a continuo debate, he anotado, a modo de lluvia de ideas estas ideas o pensamientos, con el fin de que el lector y la lectora divaguen en el que les sean más motivantes:

Lluvia de ideas:

  • No deberíamos transmitir como padre y madre a nuestros hijos, o el profesorado al alumnado que los exámenes son tan importantes, muy importantes o lo más importante.
  • ¿Cómo puede ser que mi hijo recuerde (aunque sí que sé la razón) el 3 que sacó a la edad de 7 años en un examen de matemáticas?
  • Una posible conversación entre una madre y su hijo:
  • Guillermo: – Mamá, ¿qué pasa si saco un 10?
  • Mamá: – Super bien. 
  • Guillermo: – Mamá qué pasa si saco un 8?
  • Mamá – Superbién.
  • Guillermo: -Mamá, ¿qué pasa si saco un 6?
  • Mamá: -Qué vas a sacar un 6! ¡Si te lo sabes para 10!
  • Guillermo: -Pero ¿qué pasa si saco un 6?
  • Mamá: – ¡No pasa nada! tranquilo.
  • Guillermo: -Entonces, si saco un 6 está mal.
  • Mamá: -No está mal cariño…
  • Guillermo: -Pero entonces, ¿por qué no dices super bien?
  • Mamá: – ¡Pues porque estaré más contenta si sacas un 10!
  • Guillermo: – (Pensamiento) También me había dicho superbién si sacaba un 8…
  • – ¡Vale mamá, sacaré un 10 y te pondrás super contenta!
  • Mamá: – ¡Vale cariño, super bieeeeen!
  • Guillermo (Para sí mismo):
  • – Si me lo sé para 10 sacaré un 10. Las mamás siempre tienen la razón.
  • -Dia de notas….
  • Profesora: – Guillermo, tienes un 6!
  • La edad determina qué tipo de actividades evaluadoras aplicar.
  • Los exámenes son necesarios para llevar a cabo una selección de los mejores en enseñanza superior. ¿Hace falta en la Etapa Primaria y en la ESO?
  • Muchas de las creencias existentes y distorsiones cognitivas que sobre generalizan situaciones cotidianas, del estilo, – Seguro que no lo voy a hacer bien, son derivadas de los exámenes y los resultados académicos obtenidos.
  • En la infancia y la niñez no se debería tener miedo a los exámenes. Se llega a la adolescencia y muchos se ponen con los nervios a flor de piel ante la situación de resolver un examen, seguramente debido a aprendizajes inconscientes.

Creo firmemente en que los exámenes fueron creados para fastidiar parte de la vida de más de un ser humano, pero sobretodo su infancia, su niñez y su primera juventud.

Muchos de ellos ya no existen entre nosostros.