A menudo los profesores y profesoras nos encontramos situados en el punto de mira de la sociedad. El tiempo que compartimos con nuestros alumnos y alumnas es un tiempo que requiere de calidad debido al momento de desarrollo en el que se encuentran y necesita de nuestras habilidades docentes para que, de calidad pueda ser etiquetado.
Sea como fuere, el profesor no dista mucho de sus ancestros en cuanto a su compromiso con la enseñanza. Pero las necesidades que la nueva sociedad demanda en las personas que la forman requiere de funciones extras que sí distan de las de sus antecesores.
En la carta de Albert Camus dirigida a su profesor de primaria tras recibir el Premio Nobel, se interpreta además, las necesidades e importancia del acompañamiento afectivo. Camus dice así:
París, 19 de noviembre de 1957
Querido señor Germain:
He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto. No es que de demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo en mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido. Un abrazo con todas mis fuerzas.
Albert Camus
En la actualidad, a modo de reflexión, autores del libro La educación, en teoría, analizan sobre las posibles formas de influencia educativa y concluyen que: la educación está para que cada alumno aprenda todo lo que sea conveniente y de la mejor manera posible . Añaden además que el acento de la educación está en el aprendizaje y no tanto en la enseñanza.
El profesor debe incitar al descubrimiento y a despertar la curiosidad.
El profesor que incita al descubrimiento ofrece a sus alumnos la posibilidad de entender mediante la exploración, la realidad. Entendida esta como el entorno inevitable con el que deberán convivir y en el que deben desarrollarse como personas. Si reflexionamos sobre el profesor y profesora que pretende motivar despertando la curiosidad del descubrimiento, podemos aportar que a menudo se le enjuicia como al profesor despreocupado y carente de contenido en sus clases, cuya tarea ya no reside en demostrar, transmitir y explicar sino en arengar a sus estudiantes. En contra de esta opinión enjuiciadora, encontramos otras que dicen que el profesor que se embarca con sus estudiantes en la aventura de descubrir, está mucho mas tenso y menos relajado de lo que pudiera parecer. La razón es que éste debe conocer y predecir los terrenos que vale la pena que sus alumnos exploren, pero debe mantener cierta distancia para favorecer que sea el alumno el que llegue a alcanzar esa conclusión. Por tanto, el profesor incitador es un profesor que se mantiene alerta y vigilante, que conoce, queexperimenta y analiza, entre otras cosas, el mundo que le rodea.
El profesor, que ejerce para generar aprendizaje significativo y con sentido (Novak y Gowin, 1988) trabaja para ayudar a esas mentes inquietas a interpretar la realidad, es decir, que puedan concebir, ordenar y expresar de un modo personal y propio sus percepciones. De nuevo, este tipo de influencia educativa requiere de una atención avispada y valiente del profesor.
Finalmente la educación para la innovación y la creación dirigida al Homo Faber (el hombre que fabrica), adquiere aquí más relevancia que el Homo sapiens (la persona que piensa y sabe). Pensadores como el filósofo Henry Bergson (2008) o el sociólogo Richard Sennet (2009), entre otros, han identificado esta condición de la inteligencia humana con la evolución creadora que las personas hemos venido demostrando a lo largo de la historia.
En la actualidad poseer habilidades creativas, analizar, reinventar y mejorar aquello que ya existe para construirlo de nuevo es absolutamente necesario, entre otras cosas, por supuesto.
Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea acaso sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se detenga
Albert Camus